Desde la butaca de atrás...​

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Hoy me siento en la butaca del anfiteatro para poder ver desde la distancia. Está lejos, oscuro, a penas se ve el escenario pero me permite tener una buena perspectiva y coger distancia de lo que hay en escena.

 

Por esta  butaca se paga menos que en primera fila pero tiene sus ventajas…

A veces ocurre, bueno muchas veces…que cargamos tanto el espacio externo que nos rodea que apenas dejamos sitio para nosotros y dejamos de vernos.

¿Dónde estás cuando no hay espacio para ti?.

En este momento rodeados de tantas limitaciones externas, puede ser que se abran espacios internos que estaban cerrados donde experimentar partes de nosotros que ni conocíamos. Estamos en un continuo vaivén de decisiones impuestas que limitan nuestras ganas de movernos y nos hacen experimentar una intensa contracción interna. 

 ¿Cómo hacer con ella?

¿Cómo bailar con las emociones que nos llevan de un lado a otro?.

Porque no se trata de anularlas a pesar de no poder hacer lo que queremos, sino de bailar con ellas y saborear a veces sabores que nos vienen amargos. Descuida, que ya viene ella a escena, tu mente, cargada de razones y argumentos para justificar cómo te sientes o cómo debes de sentirte y llenarte de más pensamientos y emociones con las que tendrás que lidiar de nuevo…

 Y ahí vamos juntos porque de eso estamos todos llenos, de razones, argumentos, emociones y un constante conjunto de conversaciones internas que nos manejan cuando no estamos anclados en nuestro espacio interior.

No se trata de negarnos... no... estaríamos negando nuestra naturaleza intrínseca. Se trata de observarnos desde nuestra butaca interior como quién mira una obra de teatro…. tantos personajes haciendo su papel, para eso les pagan no?.

No es fácil vernos desde ahí porque siempre hay un papel que nos encanta, el del protagonista, con el que nos identificamos tanto que a veces nos cuesta quitarnos ese vestuario… tan elegantes a veces, tan ridículos otras…

Desde la butaca de atrás, en el backstage siempre estás tú, sin vestuario, sin proyecciones, sin limitaciones de escenario… esperando tu turno para salir a escena y llenar esas butacas ocupadas por el vacío que genera tanto ruido, tantas expectativas, tantas proyecciones...

Desde esa distancia con todo hay veces que es necesario sentarse para estar cerca de uno mismo. Poder verse de cara desde un espacio que no juzga, que abraza, que no agota sino que nutre y desde donde descansar de tanta agitación calmando la mente y las emociones en constante movimiento. 

Porque no se trata de lo que ocurre en el teatro de la vida, siempre cambiante y tan fuera de control, si no de en qué butaca eliges situarte para verlo y así disfrutar de la función.

 
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