Cómo ampliar tu Don de Reyes
Supongo que como para la gran mayoría, este año ha sido el año por excelencia en nuestra vidas.
Supongo que como para la gran mayoría, este año ha sido el año por excelencia en nuestra vidas.
Un año donde hemos vivido lo que nuestra mente jamás pensó, una situación de pandemia que ha paralizado nuestras vidas y terminado con tantas otras a nivel mundial. Un año que termina de manera independiente, mientras seguimos inmersos en una realidad que camina lenta entre las hojas del calendario que avanza a otro ritmo.
Un año realmente complejo unido a la vida de cada uno de nosotros y al arte de manejar los hilos para que todo se trence de la mejor manera posible y sin caer, sobreviviendo más aún que en lo anterior como si ello no fuera poco. Cada uno con su historia y la pandemia en la de todos.
Aprendí ayer lo que significa la palabra liminal, del latín limes, límite o frontera. Un espacio de cruce, un umbral o lo que llamamos transición entre estados, espacio que nace en medio de un proceso de cambio entre una cosa que se ha ido y otra que está por llegar. Es una sensación de estar como parado entre dos realidades que todavía se tocan en algún extremo cogiendo caminos diametralmente opuestos. Un estado de transición, un momento de parada para poder ver con perspectiva lo que se va y mirar hacia dónde ir. Un papel en blanco esperando ser escrito o un lienzo al que todavía no han acariciado los pinceles… un momento de mucha intimidad con uno mismo.
Quizás estos días nos lleven a ese umbral del cambio, de parada, para tomar conciencia de todo lo que hemos vivido. No es momento de fluir sino más bien de retener aquello que ha supuesto un aprendizaje, un mirarse de frente con quién te has convertido en el camino…
No se trata de dar lecciones ni mucho menos, este año la hemos tenido todos a una como si de un sutra se tratara… esta vez el consenso ha sido divino y su implantación directa y sin elecciones previas.
Dicen que la humildad es don de reyes... y tanto que lo es en un mundo dominado por el ego tan pendiente de su ombligo que ha perdido la perspectiva de dónde está. No puede más que doblegarse ante sí mismo y bajar la cabeza si quiere llevarse este año algo más que la mascarilla. Anteponiendo siempre su verdadera función de responsabilidad cívica y social, paradójicamente, cuantas bocas habrá tapado...
La humildad como esa virtud de poder asumir nuestras propias limitaciones ante la vida y de restar importancia a los logros conseguidos. La humildad ante lo que no está bajo nuestro control y la capacidad de aceptación como vía de transformación.
¿Cómo ampliar este don de reyes que escasea ante la vida y su dominio?.
Me recuerda hasta dónde puedo llegar y me invita a respetar el ritmo y el orden de las cosas como oportunidad para observar quién soy cuando la realidad se impone y me doblega.
Me recuerda quién soy cuando el enfado y la frustración me dominan como respuesta por no tener el control de lo que quiero.
Me recuerda saber respirar las preguntas que no tienen respuesta, amar la incertidumbre que eso genera y abrazar su llegada en el momento en que decidan llegar..
Así que me sumerjo estos días en un espacio liminal que coincide entre el fin del 2020 y el comienzo del 2021 para poder respirar profundamente y saber cómo crear esa nueva realidad que deseo que venga de forma más auténtica. Seguimos en tiempos de incertidumbre donde anclarse en uno mismo es un recurso absolutamente necesario para poder empezar un nuevo destino, quizás de manera más humilde ante el dominio de la vida y también más lleno de ilusión, de buen amor y de ganas de compartirnos de nuevo.
A veces, la vida nos sorprende con esos días en los que todo parece ir al revés. Tal vez hoy te has levantado con la sensación de que el mundo te pesa más de lo normal, como si esa lluvia que cae fuera se hubiese instalado también dentro de ti. Yo los llamo "días de perros". Pero, ¿sabes qué? Esos días también tienen un propósito, una lección que enseñarnos.